Saturday, August 2, 2008

Cosas que me quiebran el alma. © 2008

Acabo de ver un reportaje de un programa que se llama “Outdoors” (más o menos traducido como “Al aire libre”) y que lo pasan por una canal dedicado a los deportes exclusivamente. En este programa, se ve a un señor de mediana edad, bien orondo, con su traje camuflaje de último modelo. El traje está nuevito y sin arrugas, le queda muy bien. No se distingue el logotipo de una casa de ropa que posiblemente promociona el evento. Lleva un arco y flechas para cazar animales de gran tamaño. Se le ve muy orgulloso, con el ego erecto, el símbolo del macho, persiguiendo a un robusto, tristemente bello ejemplar de hipopótamo a lo largo de un río africano. El hombre retransmite en directo lo que va a resultar en su hazaña olímpica, rodeado por un grupo de más de veinte nativos, sin incluir a los cámaras, fotógrafos y demás personal de asistencia. Sí, créanlo, este héroe rodeado de un séquito de guerreros, un esperpento del David bíblico, nos quiere hacer pensar que siente amenazado por tal bestia de tiempos remotos.
Continua la farsa, susurrando las palabras para que no les escuche el animal. Vivimos el evento en directo, este ser especial, maravilloso ejemplar de “homo sapiens”, a punto de desvelar el misterio de la vida y la muerte. El drama está alcanzando su clímax mientras la comparsa de nativos con la mente fija en la generosa propina que les va a generar esta “empresa.” Y vuelve la imagen a nuestro protagonista, ensimismado, se le ve como se le cae la baba mientras tensa la flecha en su arco.... , quiere que le conozcamos, que admiremos su valentía, su fuerza, su destreza, su inteligencia. Le llegamos a conocer por su nombre, no quiere que lo olvidemos, es parte de su currículum que le ayudará a entra en el club de los privilegiados. En este momento tengo que apagar la televisión. No soy capaz de soportar tanta bestialidad.
Resuelto el evento, nuestro hipopótamo no es más que una masa de carne en la orilla del río. Le han puesto unos palos en su descomunal bocaza para mantenérsela abierta y que resulte todavía amenazador con sus enormes colmillos ante las cámaras. Ahora no es más que un triste recuerdo, el cadáver de algo que fue en su día maravilla de la naturaleza.
Enorme, satisfecho, posorgásmico, nuestro héroe declara, casi por obligación ante el respetable público, que esa carne dará de comer a los nativos de la zona por unas semanas. ¡¡¡Qué ceguedad la mía!!! Si es que además nos pide que le estemos agradecidos ante tanta muestra de generosidad humana. Pero no nos engaña. Al final cabalgando en el ego aterrador del egoísta ególatra, nuestro héroe convertido en ángel exterminador confiesa: “Este es el número 3 de los 7 grandes de Africa.” Todavía le queda cuerda para un rato. A veces, Dios, tengo que armarme de toda mi paciencia espartana para llegar a apreciar que existe la belleza en la diferencia y en la diversidad de mis congéneres. De otra manera, no me sorprende que a algunos les dé por agarrar una metralleta o una bomba y acabar con tanto sinsentido.

3 comments:

Anonymous said...

Profe, solo entres nos.que orgulloso de conocerle y ser su amigo.. Con este magnifico ensayo usted ha profundizado y expuesto sus verdaderos sentimientos olvidando de momento la ingenuidad y la broma que a veces le caracteriza para con sus amigos y seres queridos. EC

Anonymous said...

Profe,
Your essay captures the paradox of life, with a sensitivity to communicate it that is both beautiful and unnerving. You have expressed the raw nature of our existence and viewed it with both horror and compassion. Thank you for sharing part of what you refer to as "mi alma."

Siempre tu amiga,
BT

Anonymous said...

Siempre consideré que la caza deportiva es una manifestación grotesca de los restos de lo primitivo que nos queda. En una preciosa conversación con unos amigos científicos casi comprendí lo realmente lenta que es la evolución humana. Me contaban que el arte es la única actividad netamente humana, lo único que nos diferencia de los animales por cuanto no está dirigido a la supervivencia. Y yo les formulaba una pregunta que siempre me hacía: ¿porqué no éramos mejor de lo que somos a la altura del siglo XXI cuando hubo mentes como la de Newton ya en el sigo XVII? Pero claro, por lo visto, cuatrocientos años no son nada en la escala evolutiva, nuestro cerebro es prácticamente idéntico.
Eso que cuentas me trae recuerdos surrealistas del servicio militar, en medio de Castilla, cuando mis compañeros (oficial incluido) saltaban del Land-Rover con sus pequeñas metralletas disparando hacia los grupos de perdices que picoteaban el grano. A mí algo me retenía en el vehículo con mis útiles de dibujo (que a eso iba por cuestiones de cartografía) mientras obvservaba la escena como si fuera una pantalla de cine con efectos 3D. Si al menos hubiera una cierta liturgia, una cierta plástica como en los toros...
Los 7 grandes era un deporte de la élite occidental (sobretodo norteamericana) ya desde los tiempos de Kipling y Tarzán. Lo conocí con cierto detalle a través de los libros de Javier Reverte o Cristina Morató que, sin embargo, apuntaban una cierta esperanza en la redención de algunos personajes célebres que, de guías de caza o colonos en Africa, se dejaron convertir a través de su fascinación por ese continente, en escritores, aviadores o exploradores (Richard Burton, Karen Blixen, Beryl Marham o Dennis Finch-Hatton, etc.)

Me gusta tu reflexión, y también saber de este espacio tuyo.

Un abrazo.

Radamés